Mª. del Rosario Hernandez Diez RMI

Ma. Del Rosario Hernandez Diez RMI

Presentación1Nació el 3 de Junio de 1908 en Golpejar, Leon, España. Entró en la Congregación el 8 de Diciembre de 1931. Fue destinada a Cuba y cuando comenzó la revolución cubana fue destinada a San Luis Missouri, USA. Al realizarse la fundación de San Antonio, TX es destinada allí. Fallece en San Antonio el 24 de Septiembre del 2009. Tenía 101 años y 78 de vida religiosa.

Tuve la gracia de conocerla en el año 2000. Era una persona muy entrañable, de alma grande, llena de fe, caridad. Siempre admiré su humildad, su sencillez, su alegría, su espíritu de oración, sus devociones… me parece oila recitar el “Ángel Santo de mi guarda, compañero de mi vida…” todo completo.

Siempre dispuesta a animar nuestra comunidad con sus cantos, sus risas, sus despistes, sus “caprichillos”, sus “poesías”! Entonaba con el alma su “Asturias Patria querida…” y recitaba continuamente la única poesía que se sabías: “Mi casa es pobre, mas tengo en ella abrigo y pan, tengo padres, tengo hermanos ¿qué más puedo desear?” y se nos podían ir las horas escuchándola.

Siempre admiré que a sus años estuviera en la capilla tan despierta. Jamás la vi durmiendo. Amaba al Señor entrañablemente. Pasaba las horas de oración dando vueltas a su alianza y algunas veces moviendo sus piecitos… pero atentos sus ojos al Santísimo y su corazón latiendo al ritmo del amor.

Por las mañanas, cuando la íbamos a despertar no quería… Era diabética y los cambios de azúcar le bajaban su energía, pero bastaba que escuchara nuestra voz para que la obediencia la hiciera levantarse dócilmente y decía: “con gana o sin gana, por amor de Dios, hermana”. Otras veces se levantaba con solo escuchar: “Esta es la Señal del Gran Rey” y contestaba casi automáticamente: “levantémonos y ofrezcámosle nuestros dones…” y continuaba con el “Te Deum”, mientras se hacía todo el rito de levantarla: el piquetito en el dedo para medir elu nivel de azúcar, pesarla, ponerle la bata y caminar hacia la ducha. ¡Cuánta docilidad,! ¡Eso no se improvisa!

Por las tardes, para ir a la oración la despertábamos con la frase del evangelio: “El Maestro está ahí y te llama” y se levantaba en automático… sólo eso bastaba. Pero esos pequeños detalles que en nuestra vida pasan tan desapercibidos, revelan toda la grandeza del alma y el ser de una persona consagrada.

La casa de San Antonio la debemos a los miles de pasos que junto con H. José Baleztena y H. Trinidad Echeverría, entre otras, recorrieron la ciudad pidiendo donativos. Hna. Rosario nos contaba que cuando las veían las personas que cooperaban aunque sea con un dólar gritaban los niños: “mamá, ahí viene diosito, ahí viene diosito…!” Y que le daba mucha pena ver a gente pobre que sólo le daba un dólar y que lo tenía que aceptar, porque ese dólar lo habían guardado desde el mes anterior que no habían ido para no quitárselos, porque eran pobres…

Hna. Rosario fue una mujer muy laboriosa: con sus bordados y tejidos conseguía dinero para la construcción de la casa de San Antonio.

También admiré su prudencia. En aras de la caridad muchas veces quiso mejor pasar desapercibida, callada, en silencio… nunca le escuché una crítica o un mal comentario o una queja de nadie: siempre la caridad, la prudencia, los demás por delante.

Su presencia en nuestra sala de comunidad, en su silla, con sus piernitas estiradas, esperando pacientemente a que fuéramos llegando una a una… y la alegría que manifestaba porque sentía que nos queríamos todas. Recuerdo, también que nos gustaba bromear con ella diciendo que la Provincial nos iba a destinar a todas, a todas… inclusive a ellai… y respondía: “bueno, ahí donde haya un sagrario, allí voy yo”.

Y se fue a la Casa del Padre nada menos que un día dedicado a María… el día de nuestra Señora de las Mercedes. ¡Cuánto amaba a María! ¡Con cuánto orgullo decías su nombre completo: “Yo soy Rosario de María”. También te fuiste en un Jueves, dedicado a la Eucaristía… Tus dos grandes amores. Has entrado como sierva buena y fiel en el gozo de tu Señor… ahí seguramente nos esperarás con los brazos abiertos a todas las que nos tocó la bendición de vivir contigo, de compartir la vida, de conocerte.

Ada Mabel Mier rmi

Ella trabajaba en silencio. Hacía muchas cosas de tejido con las que venían a la dominical. Rezaba.

No le gustaba discutir. Sufría diabetes. Siempre se le subía el azúcar. Pero ella misma pedía la llevaran al hospital. Yo muchas veces cuando no se levantaba le decía: Rosario, tu que rezas mucho pregúntale al Señor que tenemos que hacer para que vengan jóvenes a casa y vocaciones.

Yo creo que de tanto preguntarle justo cuando ya fuimos a rezarle a la funeraria, surgió un mini grupo de misiones con adolescentes.

Ella era muy sufrida.

Ella siempre estaba en comunicación con las familias que venían a la Dominical.

Nunca le escuche nada negativo. Muy limpia en todo.

María Perpetua García O. RMI                                                 

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