RETAZOS DE UNA VIDA: NUESTRA HEMANA MARIA DE SANTA GERTRUDIS.
Comienza el año de la santidad y con el la tarea de recordar a nuestras hermanas, aquellas con las vivimos aquellas que consideramos santas. Pero de cual hablamos… son tantas y hay tanta santidad.
Al comenzar la tarea en comunidad resuena en todas una hermana, . Todas comienzan a refrescar sus recuerdos.
Descubrimos que ella estaba en los comienzos de esta casa:”Al comenzar el año 1912 un grupito de cuatro religiosas salen de la Casa Madre para echar las primeras semillas de la Obra de Vicenta María en Logroño…” junto a cuatro hermanas también hay tres chicas, una de ellas era la santica; en nuestra primera casa en la Avda. de Navarra posteriormente se trasladaron tras 5 años a la actual dirección de Avda. de la Paz nº 13; y en el 1916 Hna. Santa Gertrudis ingresaría en el noviciado.
Tras su noviciado en Logroño, estuvo en varias casas pero la que más recordaba era Cuba En mis conversaciones con ella, me contaba su trabajo penoso y difícil que había vivido en Cuba casi 40 años. Algunas hermanas las tuvieron que destinar por la dureza del clima, pero ella era tan fuerte que lo aguantaba todo. Vino a España cuando Fidel las expulso en un barco lleno de pulgas, destinada a Logroño donde permaneció hasta su muerte….”
“… Oí que En Cuba había estado unos 14 años en el lavadero con una hermana de carácter difícil, pero ella decía que nunca tuvo problemas con ella”.
A su regreso a Logroño y en sus último años fue el bastón de hermana Mª Victoria Martin, la acompañaba y la atendía según ordenes de Hna. Victoria.
Una repetición en todos los testimonios es su sencillez y humildad:
“… viví con hna. Santa Gertrudis en la comunidad de Logroño y la llamábamos “santica” con mucho cariño por las virtudes que en el trato y la relación con ella manifestaba cada día sin hacer alarde de ningún tipo; con toda sencillez y humildad que la caracterizaba.”
Se la veía siempre como una hormiguita desde el silencio y la humildad que la caracterizaba
Humilde, siempre estaba disponible todo le venía bien.
Sencilla, humilde muy buena, nunca hablaba mal de nadie.
Su bondad, su sencillez y amabilidad
Otra característica que destacan es su Oración constante:
Abnegada y semblante dulce y sonriente y muy rezadora.
En sus conversaciones siempre te llevaba a Dios siempre estaba rezando.
Muy fervorosa y siempre atenta a las necesidades que le pedían
La hermana de la residencia siempre que salía con las jóvenes de convivencias o retiros, acudía a ella para que su labor diera los frutos esperados. La confianza en su oración total.
También destacan su abnegación y que nunca se quejara:
Sufriendo, abnegada no se quejaba d nada.
Siempre tenía una sonrisa.
Murió a los 99 años cantando… AL CIELO, AL CIELO SI..su canto preferido junto con CORAZON SANTO…
Testimonio acerca de la Hna. Gertrudis
Conocí a la Hna. Gertrudis allá por los finales de los 70 y comienzos de los 80. No lo sabría precisar muy bien. La traté en mi condición de sacerdote – yo era párroco de la Parroquia de María Inmaculada recién erigida – y debo decir, de entrada, que el calificativo cariñoso que le daban las hermanas – “la santita” – no era en absoluto exagerado ni irreal.
Debo decir que su carácter era extremadamente dulce, dotado de una gran fortaleza y tenacidad, habida cuenta de que se trataba de una religiosa de edad muy avanzada (en torno a los 90 años). Siempre la vi sonriente, pese a los achaques propios de su condición. Hablaba de sus hermanas no sólo con caridad, sino con cariño, lleno de afecto. Todos los detalles de preocupación y cuidado que tenían con ella – desde la superiora, la Hna. Eugenia Goñi, pasando por todas las demás hermanas que eran numerosas – los agradecía vivamente.
También pude apreciar enseguida que tenía una tendencia muy natural a pasar largos ratos de oración y de contemplación en la parte baja del antiguo coro de la iglesia entonces parroquial, donde yo me desenvolvía.
También pude apreciar el afán de participar en todos los actos de la vida en comunidad, para ella verdadera vida de familia. Me manifestó en más de una ocasión que no quería vivir su vida religiosa en situaciones de excepcionalidad. Se esforzaba por cumplir al detalle lo que estaba a su alcance, dada su salud ya muy deteriorada que, insisto, nunca le hizo perder la alegría, la paz, el poner buena cara.
Puedo atestiguar también que siempre daba muy buen tono en la comunidad, dado que su rostro, sus conversaciones, sus gestos, toda su persona, era un reflejo estupendo de la gran riqueza interior de su alma. Su ejemplo, su talante, toda su persona, eran un estímulo para las demás hermanas que veían en ella un ejemplo – vivo y bien evidente – de lo que es y debe ser una persona de vida consagrada: alegre, dócil, sufrida, y coherente.
Yo me uní, encantado, a todas las hermanas que la llamaban y la tenían de verdad como “una santita”.
En resumen, tengo un recuerdo fenomenal de ella, ya que el trato – aunque no muy extenso – me hizo mucho bien.
Fdo.- Justo García Turza, entonces párroco y capellán de las religiosas de María Inmaculada.