Hna. Teresilla, humilde sonrisa

MARÍA TERESA GARCÍA FERNÁNDEZ 

Nació en Ciudad Real, el 16 de noviembre de 1914, recibie151516548ndo el nombre de Gregoria.

En el colegio de Santa Teresa curso la primera enseñanza, y después se incorporó, como una empleada más, en la empresa de su padre, donde hacían calzado.

Hacía los 15 años comenzó a frecuentar la casa de las Religiosas de Mª Inmaculada, integrándose en las actividades socio-culturales promovidas por las hermanas, participando en teatros, juegos, etc.

Gregoria desde muy jovencita, recibió la llamada de Dios a seguirle en la vida Religiosa, y le dijo que “Si” con firmeza y seguridad.

margaritaEn casa todos se pusieron en contra, menos la tía abuela Sebastiana, mujer muy de iglesia que la defendía. Su hermano fue el que más se opuso, teniendo que soportar de él dureza y burlas.

En 1933, cuando tenía 19 años, hizo el primer intento de ingresar en el noviciado, los padres alegando su minoría de edad, fueron por ella y tuvo que aceptarlo… Intentaron que formara parte de un grupo de amigas, creyendo que su problema era la timidez. No le fue difícil conseguirlo; conocía a bastantes chicas, que creían ayudarla invitándola a bailes que se organizaban en el casino. Ella empezó a ir, pero terminaron por convencerse que en vez de pasarlo bien, para ella ir allí era un sacrificio.

Fue pasando el tiempo y cuando llegó a la mayoría de edad, planteó a sus padres de nuevo, irse al noviciado. Está vez recibió el consentimiento de la familia, y el 1 de mayo, Gregoria acompañada de su madre, que días antes había firmado el permiso ante el párroco, se dirigieron a la casa familiar, de la entonces, Madre Maestra María de la Redención Navas, y luego, Madre General de la Congregación, y allí su hermana doña Ramona Navas, en compañía de algunas profesas, Religiosas de Mª Inmaculada, refugiadas a causa de guerra civil de España,  las recibieron.

A Gregoria, la impusieron la toquilla de postulante, y esa misma noche, salió para Salamanca, donde estaba el reducido noviciado. El 5 de abril de 1940, recibió el hábito, cambiando el nombre de Gregoria por el de María Teresa del Carmelo, en atención a su madre que se llamaba Teresa.

La primera profesión fue el 22 de abril de 1942. Fueron para acompañarla estos días sus padres. Su primer destino fue Córdoba y a los dos años la mandaron a Almería, donde hizo su profesión perpetua.

Como era muy bajita, menuda y afable la empezaron a llamar “Teresilla” 

En el año 1957 pasó a Ciudad Real, hasta finalizar sus días, el 22 de diciembre de 1993.

Era Hna. Teresa de trato agradable, educado, con exterior modesto y religioso. Se notaba que había vivido siempre con su familia, solamente trabajó en casa y por esta razón, era poco desenvuelta para el trabajo. No sobresalía en nada concreto, en nada manual, pero si, en el recto modo de pensar, manifestándose siempre observante y humilde, en su docilidad, dulzura y prudencia. Tenía mucho amor al trabajo y aunque no era muy hábil, se le veían deseos de ayudar, colaborar, de complacer a las hermanas. Si había que cuidar alguna enferma por la noche, era ella la primera que se ofrecía. Se notaba que buscaba a Dios de verdad, en su vida abnegada y escondida.

Vivía pobremente, era muy exacta en la obediencia, rindiendo prontamente el juicio, ya fuera agradable o desagradable. La describen como sincera, bondadosa, pacífica, y muy puntual a los actos de piedad, fervorosa, callada y con una sonrisa que favorecía la convivencia. Dios había puesto en su alma una gran riqueza.

Algunos testimonios de las personas que la trataron dicen así:

…”me llamaba la atención su sonrisa, era el mejor regalo que ofrecía, y en él encontrabas sencillez, paz y cariño. Interiormente yo la calificaba de santa, porque sus reacciones, sus palabras, sus cartas, me acercaban siempre a Dios…Cuando Dios se la llevó, de manera espontánea, empecé a rezarle… a pedirle que intercediera por nosotros, porque los sencillos son los predilectos y los primeros”.

“… Fue la primera RMI que conocí… me abrió la puerta muchas veces, siempre con esa sonrisa que reflejaba su profunda unión con Dios…”

…”era yo muy pequeña, pero guardo toda la vida su recuerdo. Desde que la vi me cautivó su sencillez y su sonrisa… yo no entendía por mi poca edad, pero verdaderamente me marcó en el deseo de ser una RMI como ella: sencilla, alegre, contemplativa, con una amor entrañable a las chicas, desde su discreción…”

“…Si no os hacéis como niños… Así era, con su sencillez de niño y su grandeza de apóstol; en una vida escondida, silenciosa, sin pretensiones… solo amar a Dios y amar a las jóvenes, siempre. Es una de las personas más contemplativas que yo me he encontrado. Con una delicadeza especial…”

“…A veces cuando me veía preocupada me decía: “no sufra yo voy a pedir mucho por eso que le preocupa…” 

En el año 1991, un cáncer empieza a invadir su cuerpo. Hna Teresa considera sus molestias como un regalo de Dios, ofreciendo lo que la enfermedad le suponía, por los demás. Cuatro años se alargó su vida de enferma. Durante este tiempo, el cuadro médico que la atendía, no encontraba justificación lógica, cómo siendo de constitución física, “tan poquita cosa” aguantaba dolores tan intensos y molestos. Fueron varias las intervenciones quirúrgicas que tuvo que soportar, aceptando todo con un semblante sereno, risueño, que admiraba a todos. Ella era consciente de la gravedad y dedicaba la mayor parte del tiempo a la preparación de su alma, para la llamada de Dios.

¿Cuál sería ese misterio, que en vez de mostrar tristeza, reflejara su sonrisa, a la que nos tenía acostumbrados? En el Cielo la veremos así… nuestra Teresilla sonriente y con esa expresión de timidez…junto a su Dios y Señor.

HH. de la Provincia Ibérica Meridional

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