He convivido con Hna. Marta cinco años, como feliz experiencia de una mujer de fe, servicio gratuito, abnegación. Pese a su débil salud, se entregaba a todo y por todo se interesaba. Llevaba su falta de salud con elegancia, optimismo y transmitía energía y un “sabor a Dios” que contagiaba.
En las clases de corte en la nocturna tenía una paciencia apostólica y un tacto con las chicas que sazonaba con gran humor, algo que compartimos y reímos comunitariamente a pleno pulmón.
Su compartir en la oración, su comunicación desde la fe era parte de sí misma con una sencillez evangélica que la llenaba.
El economato la desbordaba pero era tal su sencillez, que no le importaba pedir ayuda volver a intentarlo una y otra vez. Su relación cercana con los obreros de quien era querida y correspondida inmensamente.
Con las colegialas antiguas era fiel en sus encuentros mensuales, sus retiros, su interés por todas y cada una, por sus problemas y alegrías que hacía suyas y nos las compartía en comunidad.
En fin, guardo de ella tan feliz y grato recuerdo que solo me brota el agradecimiento por la oportunidad de compartir aquellos años, apoyarnos, estar unidas en el caminar fraterno de cada día y pudiendo comunicarle de todo sabiéndome con las espaldas bien guardadas.
Un gran amor a Vicenta María le acompañaba pues ella debía su llamada por una de sus hojitas que cayó en sus manos estando en el hospital enferma de un pulmón. Esa experiencia la acompañaba y vigorizaba y con sencillez la compartía.
¡GRACIAS! Hermana por el don de tu vida y regalo para nuestras vidas
Hna Puri Pérez Yáñez. RMI