Fue como un río caudaloso cuyo cauce a veces no pudo contener el agua de la fidelidad hasta su encuentro con el Padre un 20 de enero de 1992.
Fidelidad a Dios, su larga vida estuvo pletórica de vivencias profundas que la llevaban a superar sus dudas, sus miedos…, porque siempre manifestaba su abandono en Dios Padre y en su gran MISERICORDIA.
Fidelidad a la Congregación: Ella, no perteneció a una “generación sin memoria”, supo transmitir con sus conversaciones amenas, vivaces, inteligentes tantos sucesos, tantas vidas de Hermanas que con sus virtudes fueron legando el espíritu de Vicenta Mª y la Congregación; virtudes y valores que tienen vigencia en la vida de hoy y del mañana.
Fidelidad a los superiores: manifestaba amor, respeto, pero también fue valiente y veraz para decir lo que no le parecía bien… su fidelidad la hizo estar siempre en “guardia”, a pesar de las
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limitaciones, que como todo ser humano, pudieran tener para saber defenderlos y reconocerlos como puestos por sus Dios.
Fidelidad a las “CHICAS”: Mucho era lo que las jóvenes de París, Roma, Londres, Vitoria, decían de todo el bien que les hizo una Hna. Matilde, enérgica pero llena de amor y con una mente clara para saber orientar en cada momento. Entonces, no se hablaba de los signos de los tiempos, de los nuevos métodos, pero que bien supo caparlos y transmitirlos.
Fidelidad en el trabajo: En su lenguaje no cabía “me toca esto o no” su mismo nervio la llevaba a realizar cualquier trabajo, siempre hacendosa. Supo entender bien lo del Evangelio “Mi Padre siempre trabaja…”.
Destacó en la pobreza, ¡qué pocas necesidades tuvo!, sin embargo, cómo entendía que las jóvenes y otras Hermanas debían ser atendidas en todo. Tenía gran interés por todo lo que pasara en la ciudad, país o mundo; nada de esto pasaba desapercibido llevándolo a la oración.
Sus 95 años de vida, fueron ricos y llenos de Historia de la Congregación, con valores humanos y espirituales y sobre todo en Fidelidad a Dios.