No resulta fácil describir rasgos de una vida tan llena, por la que se siente profundo respeto y admiración, pero podemos decir que era una Hermana de gran paz y vida interior y demostraba amor y mucha gratitud a la Congregación.
Desempeñó varios cargos de responsabilidad en el Instituto: Directora de Centro Social, Maestra de novicias en París, Vicaria, Instructora de junioras y terceronas,
Superiora, trabajó en el Vaticano en la Causa de Sta. Vicenta Mª, etc. Intercambiaba tantas responsabilidades, con una vida silenciosa y escondida dentro de Comunidad.
Dios la “subía y la bajaba”, utilizando los planes de los hombres, y es que Él conocía cómo estaba forjando su interior. A Hna. Buen Consejo, no le faltó la cruz ya que en algunas circunstancias, también fue incomprendida; y es que había que vivir con ella en sus diferentes etapas y llegar hasta su interior para poder descubrir las riquezas que encerraba allí dentro.
De ella podemos decir que era la mujer de los grandes contrastes. Tenía mucho temperamento, carácter fuerte y un gran corazón. Exigente con ella misma y humana para los demás. La costaron los cambios externos, a medida que iban avanzando los nuevos tiempos, pero demostró un gran respeto a todos y por todo.
Persona de oración, sin misticismo, sincera y verdadera, con un amor sin límites al Señor y a la Congregación. Su ejemplo en el vivir diario, su vida, fue fértil abono para muchas almas. Otro de sus grandes amores fue las “Chicas”. Para ella, sí que habían triunfado como en Sta. Vicenta Mª.
Fue una de las fundadoras de la casa de Lourdes y, desde entonces, su vida fue entusiasta de la gruta de Masabielle, donde acudía en espíritu constante.
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El camino en esta tierra, llegó a su término en Palencia un 27 de agosto de 1981.