H. Judite Maria da Cruz

Testimonio de la santidad de H. Judite Maria da Cruz

Al iniciar esta fotoJuditeMpequeña reseña recuerdo las palabras de M. Daria en la que nos dice que “debemos ser expertas en humanidad”. Pero ¿qué tienen que ver eso con la santidad y concretam ente con la persona de H. Judite? Pienso que las dos cosas se sincronizan y entran en comunión.  Presentación1
Pues ser “experta en humanidad” es la clave para la santidad, y esa realidad en lo concreto, pasa por el testimonio de una vida coherente, que va más allá de teorías o bonitos discursos, sino que camina en una continua conversión de mente y de corazón, siendo transparentes en la vida diaria y en todo momento.

H. Judite fue esa persona “especialista en humanidad”. No tuve la alegría de convivir con ella, sin embargo en mis visitas pasajeras por Belem, pude dame cuenta de esa “santidad”, que se percibía en las pequeñas cosas como la acogida, la valorización y el cuidado del otro; el amor a la Congregación y a Jesús que lo expresaba en un dialogo amoroso y lleno de ternura; el amor a las jóvenes que se hJudite1acía visible en su mirarlas como las miraba, en gestos de cariño y palabras de ánimo y tantos otros aspectos.

Estar en su presencia era edificante y renovador. Había algo diferente en ella que despertaba en mí el deseo de ser cada vez más del Señor. Su santidad era sencilla y continua y no se expresaba en grandes ocasiones o hechos aislados, sin embargo era constante, espontánea y transparente.

H.Judite fue para mí, en lo poco que conocí de ella, un gran ejemplo de RMI, una persona verdaderamente apasionada por Jesús, que amaba profundamente a la Congregación y a las jóvenes; y cuando se ama de verdad todo el mundo lo percibe, pues sus gestos y actitudes se van configurando, conformando, cada vez más con la persona amada.
Así que ser «experta en humanidad», fue algo que ella demostró con su misma experiencia de vida sencilla y entregada, y expresó en lo cotidiano, que ser santo está en sintonía con ser persona humana, porque cuanto más humanos somos, más divinos seremos. Que el Señor, en su bondad, me conceda la gracia de al menos caminar un poquito en esa fidelidad y amor que H. Judith vivió, haciendo de la voluntad de Dios su Norte Único.

Ir. Larissa A. Lima RMI

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