Madrid, 19 de agosto de 2020
A las Hermanas de la Congregación
Muy queridas Hermanas: Van pasando los días, meses… y no sabemos hasta cuando nos acosará esta Pandemia del Covid 19. En algunos lugares, después de varios meses, todavía os encontráis en lo más álgido de la situación con hospitales colapsados, que no pueden acoger a más enfermos… y tantos nuevos contagios cada día. Es el caso de nuestras Hermanas de Monterrico, Lima, por las que os pido oraciones. En estos momentos están contagiadas y siguiendo los protocolos establecidos, las hermanas Mirna Iraola, Rosa Zuñiga, Lucia Villena, Olga Díaz y la mamá de H. Jazmín de las Casas que también está en nuestra casa. Aunque la situación parece estar “controlada”, gracias a la ayuda de una persona bienhechora que les envió un médico y las está atendiendo y sosteniendo con gran esmero, sin embargo mientras el virus esté en casa el peligro sigue existiendo, máximo en una Comunidad-enfermería donde hay tantas Hermanas con patologías diversas y muy vulnerables…
También, las tres Hermanas de la Comunidad de Inhucú, Brasil, han pasado esa dura prueba, si bien ya han salido de lo peor…
Del mismo modo nos unimos en la oración a tantas Hermanas, que están viendo sufrir y fallecer a sus familiares sin poder socorrerlos, ni siquiera acompañarlos en los últimos momentos de su vida aquí en nuestra tierra… jóvenes, profesores, colaboradores… siguen siendo afectados de muchas maneras, no sólo por la enfermedad, sino también por la carencia de medios para subsistir y sostener a sus familias ante la falta de trabajo o las crisis de negocios familiares…
Además, en los países que parecía controlada la situación, están surgiendo nuevamente numerosos contagios, llevándose vidas hasta de jóvenes y niños…
Todo esto, es una nueva llamada a la prudencia y esmerado cuidado. Los responsables de la sanidad mundial no cesan en advertirnos de los peligros, diría “gritos” de ayuda, para evitar la expansión del contagio de este virus, con el que estamos conviviendo. Todas las precauciones son pocas, las conocemos, por lo que no las repito, pero sí quiero subrayar, una vez más, que somos responsables de un Don valioso que Dios nos regaló gratuitamente, la vida que debemos cuidar para “gastar en el Bien de los demás, conforme nuestra vocación… Pero aún más, somos también corresponsables con la salud de las personas con las que convivimos, con toda la Humanidad… y si no colaboro adecuadamente, estoy atentando contra ella…
Aun cuando los responsables de los gobiernos, a veces, ignoren o nieguen la gravedad de la situación por diversos intereses políticos o económicos, nosotras estamos llamadas a poner en primer lugar a la persona, el valor de la vida, el Bien de todos. No ignoramos, es más, lo estamos experimentando en todas partes, la necesidad de cuidar la economía para hacer frente a tantas necesidades que se están desarrollando cada vez más, pero por encima de todo, es urgente que nos unamos para hacer frente a esta realidad pandémica que continúa afectando tanto en unos y otros lugares.
Por tanto, además de los cuidados ya conocidos, evitemos las salidas no urgentes, los encuentros masivos o incontrolables… Repito, pongamos todos los medios y no caigamos en algunas corrientes que, por cansancio de la situación o porque no están dispuestos a “sacrificar” costumbres adquiridas, minusvaloran el riesgo y ponen en peligro sus vidas y las de las personas con las que conviven…
Confiamos a María, Ella que supo “caer en la cuenta” de las necesidades del momento y buscar una solución adecuada, que nos alerte e ilumine y podamos, a su vez, ayudar a crear una “cultura del cuidado” que nos lleve a vivir en el gozo y la esperanza de una Humanidad renovada… Y como Vicenta María sepamos aprovechar cada momento para “sacar el mayor provecho” y bendigamos a Dios por todo… Con un grande abrazo, vuestra hermana,
M Daria Fernández R