“¡Hosanna al Hijo de David!” (Mt 21,9)
5 de abril de 2020
Muy queridas Hermanas: Estamos en el pórtico de esta especial Semana Santa. Hoy es el día de los grandes contrastes: Por la mañana, Jesús es aclamado por la multitud… al caer la tarde regresa a Betania, cuando las turbas le abandonan, busca el cobijo en la casa de sus amigos…
Este año no alzamos los ramos o las palmas por las calles… Todas unidas, levantamos nuestros corazones y aclamamos al Hijo de David, al Rey que viene… A la vez, nos postramos ante Jesús. ¡El Siervo, que se entrega para salvarnos! Le pedimos que nos libre del azote que aflige a la Humanidad, que secuestra a tantas personas, entre las que están nuestras Hermanas, en la “soledad” del hospital, de sus habitaciones… o de los temores de tantas otras…
La liturgia del domingo pasado nos presentaba la Resurrección de Lázaro. Jesús lloró ante la tumba de su amigo… El Papa, en la homilía de la Eucaristía de Santa Marta, nos dijo que era el día del “llanto”. Sí, es el tiempo del llanto… ¡tantas lágrimas derramadas o calladas a lo largo y ancho de nuestro planeta! O serenamente asumidas en el lecho del dolor… Son la semilla que dejamos caer en el surco, seguras, desde la Fe, que nada se pierde en la economía de la Salvación…
Esta dura experiencia, se nos hace larga la espera… y ¡continúa prorrogándose! Sentimos que es “muy alto el precio…” Mas, en el fondo de nuestros corazones permanece la voz del Espíritu, una convicción, sentirnos habitadas por Él, que nos invita a no temer, porque su sombra nos sigue cobijando y su poder hará florecer un nuevo amanecer lleno de Esperanza, en ella nos apoyamos y seguimos luchando para que brille más en nuestra vida el resplandor de su Luz.
El Señor nos sacará de esta “densa oscuridad” que nos “ciega”, convertirá el agua de nuestro dolor en el vino de la Nueva Alianza para seguir dando vida a tantas personas que esperan al borde del camino…
Todo nos invita a contemplar al Siervo de los siervos… Él, que cargó con nuestros dolores, hoy lo contemplamos más real en cada ser que sufre o tiende una mano para aliviar al que lo necesita… Os adjunto un vídeo, tal vez ya lo tengáis, pero por si no ha llegado, vale la pena y anima ver a tanta gente buscando el modo de acercarse a los demás, de solidarizarse y ofrecer lo que puede. Cada una ofrecemos nuestra gotita de bálsamo que suavice el dolor, una palabra o un gesto de cercanía que rompe la soledad… todos tejiendo la gran red de la fraternidad que salva nuestro mundo herido…
Con un grande y fraterno abrazo, unida a todas y cada una desde esta casa Curia os acompaña nuestra oración y quedamos velando junto a Jesús en su Pasión y Muerte hasta alcanzar el día de su Resurrección
Daría Fernández, rmi