DESDE QUITO, FELICIDADES MADRE DARÍA

Muy querida Madre Daría:
Celebrar tu día es una ocasión especial para dar gracias a Dios por el don de tu vida y  lo que hoy representas para nuestra Congregación. También te agradecemos tu cercanía, alegría, escucha y caridad. Gracias por tus palabras, tu comunicación constante en este tiempo tan difícil que nos ha tocado vivir, motivándonos a arraigarnos en nuestra fe y mirando con esperanza el futuro, como escribía Monseñor Romero:
 “… Regamos las semillas que ya han sido plantadas, sabiendo que contienen una promesa futura. Echamos los cimientos que necesitarán posterior desarrollo. Proveemos la levadura que produce efectos más allá de nuestras aptitudes. No podemos hacer todo, y al darnos cuenta de ello nos sentimos liberados. Eso nos permite hacer algo y hacerlo muy bien. Será incompleto pero es un comienzo, un paso a lo largo del camino, y una oportunidad para que la gracia del Señor aparezca y haga el resto. Quizá nunca veremos los resultados finales. Pero ahí está la diferencia entre el maestro de obras y el albañil. Somos albañiles, no maestros de obra, ministros, pero no Mesías. Somos los profetas de un futuro que no es el nuestro”.
En este día pedimos especialmente al Señor para ti, los dones de la caridad fraterna, fortaleza, paz interior y profecía. Felicidades una vez más.
Con todo cariño, desde la mitad del mundo, tus hermanas de la comunidad de Quito:
Gladys Barrionuevo, Marina Ccorimanya, Leslie Pereyra.