Al comenzar nuestro compartir es inevitable afirmar que sin lugar a duda, como hemos dicho en otras ocasiones, vivir en Cascante es un privilegio, pero, además, en esta ocasión queremos compartir la suerte de estar aquí cuando se cumplen los 50 años de la Canonización de Santa Vicenta María y se celebra el Año Jubilar.
Tomando palabras de Vicenta María, cada una de nosotras podemos expresar: “estoy tan contenta que no sé cómo templar mi entusiasmo”.
Ya desde el verano empezaron a llegar voces desde distintos sectores de la población preguntando cómo pensábamos conmemorar los 50 años de la Canonización y dando sugerencias.
Cuando al regresar del Capítulo Provincial se hizo público el anuncio de la apertura del Año Jubilar para el día 27 de diciembre, la acogida fue óptima. Vicenta María ocupa un lugar preferente en el corazón de sus paisanos y paisanas que vibran con todo lo que a “la Santa” se refiere. Además, tienen experiencias tan fuertes y profundas del 25 de Mayo de l975 que la Canonización aquí es algo muy grande.
Llegó el día de la celebración, en el que hicimos coincidir una jornada de convivencia con las hermanas de Bilao, Logroño y Vitoria.
Aunque la celebración de la Eucaristía estaba fijada para las 18 horas, con bastante antelación fueron acudiendo las personas invitadas y convocadas para participar activamente en la celebración.
Por casualidad, o mejor por providencia, las primeras en llegar fueron dos niñas del grupo de primera comunión de Mayo del 24, que sin que nadie les indicara nada se situaron junto a la foto de Vicenta María y allí permanecieron vestidas de ángeles hasta el comienzo de la Eucaristía. ¿Sorprende? Pues sí, porque estas dos niñas se llaman Luz y Luna, símbolo de la presencia de Vicenta María entre nosotras desde el alba hasta el ocaso, bendiciendo y alentando la fe y el vivir de todos los cascantinos y cascantinas de nacimiento o de corazón.
Se inició la procesión de entrada puntualmente. En ella acompañaban la Cruz procesional dos niños, también del grupo de primera comunión del mes de Mayo pasado, portando unos cirios altos. Dichos niños comparten sus dotes artísticas con Vicenta María. Uno, Eder es muy buen pintor y el otro, Paul, es muy buen músico.
El aforo de la Iglesia se sobrepasó y hubo que abrir el coro para que todos los asistentes pudieran participar de la celebración.
Al comienzo de la Eucaristía , concelebrada por cuatro sacerdotes, una breve Monición de entrada actualizó ante el altar la presencia de Vicenta María dando gracias a Dios por su vida, por ser una Cascantina tan extraordinaria , presentando ante el altar la película de su vida, “La sirvienta”, el hatillo símbolo de la vulnerabilidad de la juventud que llevó y lleva en su corazón, y la pintura que dejó inacabada como representación de todos y todas las presentes en camino de santidad que vamos tejiendo día a día, buscando y hallando la voluntad de Dios.
Seis niñas vestidas de ángeles estuvieron junto a Jesús recién nacido al lado de la cueva.
Unas sentidas palabras pronunciadas por Don Javier Aramendía, Párroco de Cascante y Capellán de la Comunidad, proponiendo el estilo de vida comprometida con el evangelio y entregada a vivir la Caridad sin límites como lo hizo Vicenta María, caldearon los corazones de los asistentes.
En la presentación de ofrendas, junto con las hermanas hubo una representación de los jóvenes de Catequesis de Confirmación, de los que también asistió un grupo.
Terminada la celebración se entonó el Himno a Vicenta María, se concluyó con varios “¡Vivas!” a nuestra Santa y un prolongado aplauso de alabanza y deseo de seguir la senda trazada por Vicenta María.
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