Dándole vueltas al corazón y a la cabeza para encontrar más motivos de agradecimiento y de esperanza que de pena o desánimo, se me representa hoy la figura de M. María de los Desamparados Molina, fundadora de las casas de Buenos Aires y de Santiago de Chile. Llevaba diez meses en Argentina cuando, siguiendo el mandato de la obediencia, emprendió el viaje a Chile para llevar la Congregación al otro lado de la Cordillera, las espectativas eran muy generosas y aliviaban la idea de alejarse aún más del resto del Instituto. Dejar Los Andes a la espalda, en aquella época, podía ser el equivalente a la incomunicación total con Buenos Aires y con Europa porque cuando la nieve obligaba a cerrar el Paso de Los Libertadores, a Chile no llegaba ni el correo.
La entrada en Santiago se tradujo en el desvanecimiento de sus sueños y los primeros días fueron muy duros. La Junta de Señoras que iba a proteger la fundación se había disuelto por el fallecimiento de la presidenta de la misma. Con la disolución de la Junta se desvanecieron todos los ofrecimientos que habían hecho a las Hermanas de una casa grande, de apoyo económico para la manutención de la comunidad y de las jóvenes. El Arzobispo les ofreció lo único que tenía: una casa abandonada en un arrabal en la parte norte de la ciudad. Aquello estaba en tan malas condiciones que el jesuita P. Falgueras llegó a afirmar que toda la finca era para darle fuego y no para habitarse. Pero M. María de los Desamparados no era un mujer que se achicara fácilmente, y en medio de la pobreza más absoluta encontró la fórmula más bonita y reconfortante que yo he conocido hasta ahora para redactar el “tumbo” o crónica diaria de la comunidad.
Escojo cualquier día al azar y se detiene mi vista en el 3 de abril de 1914, donde anota M. María de los Desamparados:
Dia 3
Beneficios de nuestro Señor
Espirituales: lo de costumbre como primer viernes de mes.
Salud: Completa en Cdad. y chicas, gracias a Dios.
Tiempo: Hermoso, como el día anterior.
Visitas: Dos para chicas, es decir, pidiendo y recomendando.
Correo: Nada
Regalos: Nada
Recados: Nada
Movimiento del Colegio: Nada.
En esta víspera del primer viernes de mes, que coincide además con el Viernes de Dolores, quiero dar gracias por la Congregación que el Señor me regala cada día, por Su presencia también en la soledad y el dolor que de una u otra manera nos embarga a todas en estos días; por la fidelidad de las recibieron su definitivo abrazo de Padre en este mes de marzo, por el dolor de las que siguen padeciendo la enfermedad y por la generosidad de cada una que se traduce en serenidad, paz y confianza para todas las demás. Cada día, cada nombre, cada acto es un beneficio de nuestro Señor.